Escrito por Eduardo Montagut
Publicado en Historia y Vida
La personalidad más destacada del movimiento obrero del siglo XIX en Noruega fue, sin lugar a dudas, Marcus Thrane (1817-1890). Sus ideas y el movimiento que impulsó, previo a la industrialización, fueron de gran importancia por su dimensión y porque calaron en la memoria del socialismo posterior.
Thrane nació en el seno de una familia pudiente, pero la detención de su padre por un caso de corrupción financiera fue un golpe muy duro para dicha familia. Cuando llegó a la adolescencia Marcus quedó huérfano. En 1837 emprendió un fructífero viaje por Europa que le permitió conocer el socialismo utópico y lo que ocurría en un continente que se encontraba entre dos revoluciones, la de 1830 y la de 1848. Thrane fue un esforzado maestro de hijos de trabajadores, periodista. Estuvo siempre a favor de los desfavorecidos, y luchó por la consecución del sufragio universal, todo con un profundo tinte religioso, dada su formación teológica. Su lucha siempre partió del principio irrenunciable del empleo de medios pacíficos.
Para Thrane, el socialismo acabaría con la vieja regla que se resumía en que unos ponían el esfuerzo y otros obtenían el beneficio o recompensa. El socialismo conseguiría que cada uno recibiese el valor de su trabajo. Solamente de ese modo reinaría la libertad, la igualdad y la fraternidad cristiana en la sociedad noruega. Thrane era consciente de la situación extremadamente difícil de las clases humildes noruegas a mediados del siglo XIX. Su mensaje iba dirigido a los campesinos pobres, jornaleros, pequeños granjeros, oficiales artesanos y mineros. Fundó o promovió muchas asociaciones o sindicatos que llegaron a aglutinar a más de veinte mil afiliados. En 1850, este movimiento elevó una petición, firmada por miles de personas. Se solicitaba el sufragio universal, el servicio militar obligatorio, ya que solamente lo prestaban los que no poseían propiedades, la igualdad ante la ley, mejoras en la educación, rebaja de la presión fiscal sobre los alimentos y productos básicos, y tierra para los campesinos pobres. El derecho de propiedad debía ser restringido según las exigencias del momento y la religión. Pero las autoridades rechazaron las peticiones. Esto caldeó los ánimos del movimiento que parecía dirigirse hacia la revolución, pero Thrane consiguió frenar cualquier recurso violento. Al año siguiente se reunió una especie de parlamento paralelo al Storting.
Algunos han querido ver en el movimiento thranista una suerte de cartismo noruego, pero existen muchas diferencias entre la realidad socioeconómica británica y la noruega de mediados del siglo XIX. En todo caso, la fuerza del movimiento alarmó a las autoridades, a pesar de su carácter pacífico. Se detuvo a Thrane y a sus más estrechos seguidores. En 1855 fue condenado a cuatro años de prisión, más los cuatro en los que estuvo encerrado esperando la sentencia definitiva. Este fue el final del movimiento. Después, fallecida su esposa, Thrane emigró a Estados Unidos, donde reinició su compromiso político y periodístico, pero ahora con los inmigrantes noruegos. En 1883 regresó a Noruega para dar algunas conferencias, pero su tiempo había pasado, ya no tuvo el éxito de antaño, ya que el país había comenzado su industrialización y los problemas sociales eran nuevos. Decidió regresar a Estados Unidos donde moriría en abril de 1890.